domingo, 14 de octubre de 2012


"Don Soria" no la saludaba y Susana "tomaba muchísimo".

La empleada doméstica que trabajó 18 años con la familia reveló que Freydoz bebía cada vez más alcohol y que el marido la ignoraba "como si
no estuviera".


"Don Soria llegaba a la casa después de tres o cuatro días de estar afuera por la política; a mí me saludaba y a ella no... pasaba para adentro con sus valijas como si ella no estuviera, como si fuera un mueble más. Y ella le salía atrás preguntándole cosas". Cuando Lilia Cárdenas presenciaba esos episodios sufría, le "dolía mucho" saber que sus patrones "estaban mal".
La empleada doméstica que acompañó a la familia Soria-Freydoz durante los últimos 18 años declaró ayer en el juicio, dejando en evidencia el cariño que sentía por ambos y la preocupación que le generaba la salud de Freydoz. Aseguró que Susana hacía "mucha gimnasia" de manera casi compulsiva y que el consumo de alcohol iba en franco aumento. Confirmó que "dos por tres" sacaba pastillas de la caja de medicamentos de Soria y que pasaba noches enteras sin dormir, "caminando por la casa, nerviosa".
Nadie mejor que Cárdenas conocía la rutina familiar. Le sorprendía que Freydoz "siempre andaba corriendo, apurada". Salía de la casa a las 9:30 "como si tuviera que cumplir horario para trabajar, pero no trabajaba" y regresaba siempre cerca de las 13:30 para encargarse personalmente de preparar la comida para su marido, que llegaba pasadas las 14:30.
"Llegaba derecho a tomar, abría la heladera, llenaba su vaso de vino y lo tomaba puro, como agua. Mientras preparaba la comida se tomaba como tres vasos" describió la mujer. "Cajas y cajas compraban, y cuando ella iba al supermercado traía también", relató. La misma sorpresa que le causó el incremento del consumo le provocó el hecho de que Freydoz no parecía afectada por el alcohol. "No podía entender cómo estaba tomando tanto y jamás la vi mal; era como que la sedaba", recordó.
Cárdenas le trasladó su preocupación a Germán, el hijo radicado en Buenos Aires, pero no lo habló con Soria ni con los otros hijos, porque "ellos veían cómo tomaba... Al último ya no ponía la botella en la mesa, directamente iba a la heladera y se servía".
La empleada encontró otros indicios sospechosos en la casa: copas en los pasillos y en los placares. "Siempre tenía en la mesa de luz su copita de licor", agregó. Afirmó que cuando encontró "botellas de champagne vacías en la pieza de los chicos" Freydoz se adelantó a darle explicaciones: "Es que vinieron mis amigas; sacalas para que no las vea Carlos".
El otro tema que intranquilizaba a Lilia eran las pastillas. Recuerda haber visto a Freydoz "desesperada" hurgando entre los medicamentos de Soria, en una caja en la que había desde ansiolíticos hasta remedios para el corazón y los intestinos que le habían recetado al mandatario. "Un día encontré en una jabonera un montoncito de pastillas, ocho o nueve, y me preocupé mucho. Le iba a decir a la señora al otro día, se las iba a mostrar, pero cuando volví no estaban más", rememoró.
Muchas mañanas, durante el año y medio previo al asesinato, Lilia llegó a trabajar y encontró a Freydoz "muy cansada". "Me decía que no había podido dormir, que se había pasado toda la noche caminando por la casa". Cuando Cárdenas le sugería buscar la ayuda de un médico la mujer se negaba: no quería "que se sepa en Roca lo que le pasaba".
El 18 de abril de 2011 Freydoz cumplió 60 años y la pasó mal. Según recordó Lilia en el juicio, aquella mañana Soria se levantó, apareció en el living y ella le recordó que era el cumpleaños de su esposa. Pero él nada dijo y se fue. Al rato Susana salió de la habitación "muy nerviosa". "Yo le había llevado un regalito, se lo entregué y se largó a llorar. Lloramos las dos y me dijo: 'Éste no es el mejor año de mi vida'. Después se fue a la chacra y yo me quedé muy preocupada", relató ayer ante los jueces.
Pero aquella noche Freydoz tuvo al menos un momento de alegría, porque sus hijos le organizaron una fiesta sorpresa.
Cada vez con más frecuencia la mujer presenciaba las peleas. Muchas veces el matrimonio se encerraba a discutir en una habitación y "se escuchaban los gritos de ella, que le preguntaba a don Soria si la quería realmente".
No la vio más
Lilia no quiso alejarse de Susana después del asesinato. Durante una semana viajó a Allen para acompañarla, para cuidarla. Pero finalmente tuvo que dejar de verla porque le hacía "muy mal". "Los cuatro hijos me dijeron que no fuera más, que yo no tenía por qué estar cargando con los problemas de ellos".
Durante esa semana Cárdenas ofreció uno de los tantos hombros sobre los que lloró Freydoz. "Cada vez que iba me largaba a llorar abrazada con ella, y ella me decía que había arruinado la vida de sus hijos, que no sabía lo que había pasado, que no había querido hacer eso".

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